Este cuento está inspirado en la historia de la familia de mi amiga Paloma, lo escribí con mucho cariño en memoria de "Monty" (él) y con el deseo de mostarle mi respeto y cariño a Titi (ella). Cuando lo lean, sería bueno que tomarán un minutito para madarle luz a ella, estoy segura de que muchas luces iluminándola pueden fortalecer su cuerpo y su espíritu.
Alto total, no hubo más nada. Puedo jurar que el mundo se detuvo cuando se conocieron, o más bien debo decir, cuando se reconocieron. Un amor así no se explica más que a través de vida tras vida de encuentros y desencuentros, alejándose, recordándose, para de nuevo perderse y volver a descubrir una y mil veces esos ojos en todos los tiempos y espacios que han habitado juntos.
No creo que siquiera hayan decidido amarse, tan sólo sucedió. Desde el primero beso retomó consistencia el pegamento con el que, aún ahora, se han mantenido unidos desde quién sabe cuántos millones de años. Lo que sí tuvieron qué decidir fue cómo lograr vivir en la misma ciudad, situación indiscutible para compartir la vida con la intensidad con la que ellos necesitaban hacerlo, ya que el suyo es uno de esos amores en los que la mirada y el abrazo constante se convierten en elementos vitales para los dos.
Apenas 21 y 23 años tenían cuando se casaron. Lo que se había planeado como una vista al DF se convirtió en morada permanente. ¿Cómo lo decidieron?, ni ellos mismos eran capaces de recordarlo. Resulta que nunca fue importante determinar quién lo propuso y quién respondió que sí, que mil veces sí. Lo indispensable era convertirse en el señor y la señora DE. Nunca mejor dicho, nadie duda que siempre se han pertenecido el uno al otro. Son dueños hasta de los rincones que ni ellos mismos reconocen.
Problemas, algunos tiempos de vacas flacas, discusiones y ganas de alejarse llegaron entre besos y caricias. ¡Qué maravilla que los alcanzó la vida cotidiana!, ya que aún los amores más hermosos necesitan enfrentarse con las partes más oscuras del corazón, todo para evitar morir bajo el maleficio del “y fueron felices para siempre”. En algunas ocasiones incluso buscaban aunque fuera un mínimo conflicto pensando en los efectos de la reconciliación.
Llegaron los hijos, los ascensos, las alegrías, pruebas del esfuerzo diario. Él trabajador y cumplidor con la familia, ella siempre bella para él. Así pues, después de días rutinarios -trabajo de escritorio, trabajo en la cocina, juntas pesadas con el jefe y tedio diario de las tareas del hogar-, a las ocho en punto ella subía las escaleras como ama de casa y madre modelo para darle vida a la mágica transformación. Nunca escatimó el tiempo necesario, diario, al escuchar las llaves en la puerta, estaba lista para bajar convertida en la mujer de sus sueños hecha realidad.
Un día, después de muchos años de casados, viéndose amorosamente a los ojos, volvieron a exclamar ¡al fin solos! El último de los hijos dejaba el nido, pero éste era todo menos un nido vacío. Ellos llenaban el espacio con total plenitud, cómplices y compañeros de camino, siempre tenían un tema para compartir y desmenuzar por horas, una anécdota jamás contada o simplemente la bendición de tenerse el uno al otro para estar callados disfrutando el silencio de los pensamientos individuales.
Un día ese silencio se tornó inquieto, un mundo nuevo que ninguno de los dos sospechaba se estaba creando. Era el mutismo de la intuición, algo no estaba bien, pero ninguno entendía qué ni cómo, sería absurdo compartir esa ansiedad pero los dos la sentían. Un día, por fin, al irse a la cama sus almas esperaron, como todas las noches, el momento en que estuvieron dormidos para hablarse desde el espacio que ocupa todo el universo.
El alma de ella fue la primera en hablar, ha comenzado, dijo con un manifiesto pesar. Se sintió un poco incómoda porque era un alma vieja, sabía que no había razón para sentir dolor. No temas -dijo él- ya sabíamos que pasaría. No temo por mí- respondió ella con la más angelical de las sonrisas- es tu sufrimiento el que me preocupa. El alma de él no supo cómo responder, sólo la abrazo con la fuerza de mil vidas juntos, la retuvo así hasta que ellos despertaron.
Ese día el combate estalló dando lugar a la más grande batalla de todos los tiempos, la lucha entre la vida y la muerte. Fueron varios días en las que sintió el cuerpo extraño, un síntoma, dos síntomas, los suficientes hasta llegar al médico. Una de las cosas más difíciles fue la incertidumbre entre los exámenes y las caras condescendientes de los doctores. No se preocupen, es sólo rutina, es mejor asegurarnos de que todo está bien. Mentira, nada estaba bien, el diagnóstico fue contundente. Leucemia era el nombre del ejército invasor; el campo para llevar a cabo las hostilidades, el cuerpo de ella. Siendo fruto, causa y referi de la contienda, decidió que usaría toda su fuerza y sus recursos para que ganara la vida.
Fue la primera en limpiarse las lágrimas y mostrar la mejor de sus sonrisas, retando de lleno al mundo. Encontré a mi alma gemela en otra ciudad, me casé con él, he logrado que seamos felices juntos, di a luz a cuatro maravillosos hijos, los crié y los eduqué como personas de bien, eso, por mucho, será más difícil de lo que resultará vencerte a ti. Por supuesto que le hablaba de tú a su enemigo, miedo era lo último que le tenía. Así de fuerte, así de entera es y ha sido siempre.
Los silencios ahora eran cada vez más intensos, también las palabras y los amores. Pero en esos silencios cada uno enfrentaba a su manera la presencia del adversario. Ella muchas veces se tragaba el dolor físico y el que vivía en el corazón, hacía recuentos, valoraba aciertos y errores, repasaba la vida reflexionando sobre el sentido y el final. Él sólo tenía una idea, le daba un poco de temor, es de hombres aceptarlo, no era fácil asumir su decisión, pero desde el primer momento estuvo seguro del camino.
Esa noche, al dormir, el alma de ella viajó hasta los lugares más recónditos del universo sin poder encontrarlo. Preguntó en todas las vidas en las que el alma de él pudiera estar de visita, pero nada, no lo habían visto. Cansada, se sentó a esperarlo en el umbral de esta vida y fue casi al amanecer cuando sintió su luz. ¡Qué luz! Brillaba como hace millones de años no lo había visto brillar. ¡Estuviste con ÉL!- exclamó ella- ¡Estuviste con ÉL! Por respuesta tuvo una sonrisa mientras él se acercaba lentamente para abrazarla como jamás lo había hecho, entonces lo sintió. Sintió como él aspiraba parte de su energía, cuando se dio cuenta quiso separarse, pero él se lo impidió. Estaba claro el sacrificio, te necesitan más, lo sabes, necesitan un poco más de tu tiempo que del mío, ella sólo asintió aceptando la más grande muestra de amor que uno pueda imaginar.
Los días siguientes se desató la verdadera tormenta. Ella salía y entraba del hospital, él siempre a su lado, no permitía que nadie más se quedara por las noches a velarle el sueño. Por eso sorprendió a todos el día que dijo está bien, me voy a descansar un poco, cuídenla. Entonces se desvaneció, comenzó de nuevo la rutina. Los hijos no sabían qué pensar ni qué sentir, era demasiado. Y la condescendencia, la maldita condescendencia con las mismas palabras no se preocupen, es sólo rutina, es mejor asegurarnos de que todo está bien, aunque esta vez añadieron debe ser el cansancio y el estrés al que ha estado sometido. Pero de nuevo el cuchillo en el corazón. Era un enemigo perverso, leucemia en el cuerpo de él. Los doctores no se lo explicaban, el caso era de lo más inusual, la leucemia no es contagiosa repetían una y otra vez. Palabras inútiles para sanar las llagas que la familia tenía abiertas en lugares mucho más allá del corazón.
A partir de esa noche las almas de los padres platicaban con las de los hijos, estamos conectados más allá de este mundo, recuerden lo qué sucede al desprendernos, no hay dolor, sólo amor, es difícil porque cuando despertamos olvidamos que hay una luz infinita que nos mantiene unidos por siempre. Él decidió que era momento de pedir perdón, lo siento, siento de verdad que este dolor sea a causa de mi decisión, pero les pido comprensión y amor, es sólo porque resulta mejor para todos. Saben que en esta vida la más fuerte ha sido ella, necesitarán recurrir a su sabiduría más veces que a la mía, sólo traten de no olvidarlo al despertar. Al terminar de hablar los seis se unían en un abrazo infinito de amor y de compasión por el dolor que vendría al amanecer.
Cuando habló con ÉL, solicitando el intercambio, acordaron que sería rápido, no tenía caso ni habría enseñanza de vida en hacerlos pasar a todos por una larga agonía. Así, tres semanas después del diagnóstico él murió. No hay palabras para expresar la impotencia ni el desconsuelo. Por respeto a todos, tampoco tendría caso intentar describirlo.
Desde ésa, todas las noches sus almas se abrazan y se iluminan, porqué cuando en una familia alguno se encuentra de lleno con ÉL transmite a todos esa chispa divina que les permite seguir vivos cuando están despiertos. Noche tras noche es igual, todos se reúnen en un rito de amor universal. Él los anima, les siembra ideas para la felicidad, los abraza por sus logros y los mira alma a alma para verificar que saben cuánto los ama y cuánto los cuida. A mitad de la noche, las almas de los hijos comprenden las chispas rojas entre los padres y se despiden, así ellos pueden repetir todas las noche al fin solos, y de nuevo siguen amándose más allá de lo que podemos comprender.