martes, 11 de octubre de 2011

Lo canjeo, lo "cambeo"

¿Quién, pero quién me dijo que para un alma como lo mía iba a ser fácil no quejarme por 21 días? Obvio nadie me lo dijo, yo lo supusé y nada... me equivoqué… oh sí que me equivoqué.
En honor a la verdad me resultó muy difícil tratar de llevar a cabo ese reto, ya sea por la circunstancias que se dan en esta hermosa Ciudad de los Palacios o por la dinámica social. Me he dado cuenta que quejarnos es una forma de desahogar la impotencia que sentimos frente a situaciones básicas como el tráfico y otras veces lo hacemos para abrir una conversación como por ejemplo durante esos silencios de elevador cuánto se tarda entre piso y piso ¿no? dice uno queriendo comenzar a platicar. Es más cuando estudiaba psicología una de las cosas que nos enseñaban para relajar la ansiedad frente a los primeros pacientes era justo hablar del clima, y será el sereno, pero cuando uno habla del clima siempre es para quejarse (aunque en días soleados, con cachetito brilloso siempre diré ¡qué rico calor!).
Y para no hablar desde el “dice uno” y “para las personas es complicado” hablaré desde mi misma. A mí, Gabrielita chula, me resulta muy complicado no quejarme, lo he aprendido y me sale del corazón. ¡De verdad! También me he dado cuenta de que la queja, en forma de chisme o crítica, es un medio de contacto para afianzar relaciones personales, jaja, no es choro. Por ejemplo, sí estoy con una amiga y otra persona hace algo que nos parece inadecuado ahí estamos critique que critique. Es algo a lo que llamo solidaridad de género, si mi amiga se queja del galán, esposo, novio o concubino debo mostrarle mi apoyo construyendo más sobre el comentario, es la noble causa de ayudarla a hacer catarsis (si usted es hombre puede ser que no comprenda esta actitud, aún así es real :D).
Todo lo anterior para decirles que así como asumí frente a ustedes mi compromisos para estos 37 años que transito, hoy hago un “recontrato” conmigo misma, con la Cobicomunidad , así como con este blog. No continuaré intentado evitar las quejas en mi vida diaria ya que, en este momento de mi vida, me parece algo lejano de mis posibilidades. Sin embargo no todo fue a parar a un saco roto, reflexioné bastante sobre el sentido de las quejas y lo inútiles que son cuando no van acompañadas de una propuesta de acción o cuando sólo las hago por jorobar al prójimo. Me parece que sí las acompaño con un comentario propositivo el tono cambia de queja a: 1) exposición de una situación 2) posibilidad de solución. Por ejemplo –y sin el afán de ventanear a nadie de mi círculo cercano: D- si estoy en un restaurante, no me gusta la sopa y le digo al mesero ¡aish, es que no me gustó!, mientras me le quedo viendo con cara de usted es un inútil junto con el chef sí es una queja que, además, me puede traer consecuencias negativas en la calidad del siguiente plato que me traigan a la mesa. En cambio si le digo de forma amable todo está muy rico, pero la sopa no me gustó mucho, ¿qué otra cosa me puede traer? hasta termina él sintiendo que ha hecho un buen trabajo al ofrecerme desde su experiencia una mejor recomendación. Así me podría ir de ejemplo en ejemplo, la cosa es que estoy apenas en la introducción del punto.
Y como diría la abuelita de cualquiera, para no hacer el cuento más largo les platico que he hecho un nuevo compromiso, en términos de trabajo “espiritual”, para compensar esta debilidad mía por la queja y la crítica. He decido fortalecer mi voluntad y mi conciencia de dos formas que funcionan a modo de intercambio:
Hace una semana me fui a un retiro de silencio. Miren qué ése sí estuvo interesante. Pasé tres maravillosos días con mi amiga Lauri. Las dos –junto con otras 30 personas- concentradas en la intención de mantener el pico cerrado. Yo no lo logré al 100%, cosa de la inercia, aún así fue un gran trabajo de introspección y acomodación personal. Las veces que “hablé” fueron por necesidad básica. Ejemplo: estaba en el baño cuando alguien empujó la puerta y dije está ocupado (jajaja, me estoy riendo solita por qué creo que debo revisar qué pasa conmigo respecto a contar éstas cosas). Era obvio que en esa situación hablar era fundamental para mi pudor.
Lo de mantener la boca cerrada la verdad no fue un ejercicio tan insoportable. Me di cuenta  que cuando estás en silencio interno la necesidad de juzgar los actos y actitudes de los demás va disminuyendo. Eso fue justo lo que comentamos Lauri y yo al terminar, el no poder comunicarnos entre nosotras nos hizo tragarnos muchas críticas y conforme fue pasando el tiempo se quitó ese juicio constantes sobre los demás, así como la necesidad de compartirlo con otros. Cuando comienzas a poner atención sólo en ti te vuelves más tolerante y cordial. Por eso lo que más esfuerzo me costó fue céntrame en mí, callar la mente que siempre me está hable y hable, fue un esfuerzo monumental.
Lo bonito, el lugar maravilloso, igualito a la “farmville” que tenía (yo confieso que era fan). Estuvimos en un terreno precioso en Morelos, lleno de pasto, árboles y hamacas, la naturaleza en pleno. Para mí, que me resulta pesado levantarme temprano los fines de semana, fue una delicia estar a las 7:30am lista para hacer ejercicio mientras el sol iba saliendo en su esplendor. Todos los ejercicios de introspección y meditaciones fueron muy enriquecedores, lo que más disfruté fue una técnica que me sabe a relajación llamada Musicosophia. En fin, podría llenar más hojas contando la experiencia, les pongo el link del lugar que los organiza, a lo mejor a alguien le interesa, http://www.caminaati.com.mx/.
La segunda actividad por la que cambio el reto de los 21 días sin quejas es un proceso de desintoxicación física que estoy comenzando justo el día de hoy, bueno empecé a prepararme desde el viernes pero hoy está comenzando lo bueno. Esta desintoxicación también me la recomendó mi amiga Lauri, ella es muy zen :).
Y me vuelvo a reír, pero más me parece una coincidencia que estos temas estén saliendo a relucir ahora. El proceso es la desintoxicación con Sirope de Savia (también les dejo el link http://www.reikiactivo.com/otros/sirope/?lang=es ). Esta es una “dieta” que se debe llevar a cabo entre 7 y 10 días, teniendo como único “alimento” la mezcla de dos mieles, agua con homeopatía, té rojo, té de toronsen y jugo de limón. Estos ingredientes aportan al organismo todos los nutrientes necesarios, así que hambre hambre no da, lo que da es antojo, por eso se trabaja la voluntad y la templanza. Yo decidí hacerlo sólo por 5 días, ya me conozco, ¿para qué le hago al cuento?; además, ya sé que viene Halloween, pero tampoco quiero traer cara de cadáver, me gustan mis cachetitos.
El fin de este proceso es desintoxicar el organismo de todo aquello que traemos en el cuerpo desde que nacimos y que ya no es más que material sin ninguna aportación positiva. Miren que me estoy fijando en la descripción, pero ahí les va en buen castellano. Es una dieta para limpiar el sistema digestivo de los residuos que han ido quedándose en él a través de todo lo que hemos comido durante años.
La idea por la cual lo hago es darle el cierre correcto a todo el proceso que he venido viviendo desde…. que nací, supongo.  He depurado muchas cosas y transformado mi vida siguiendo una evolución que me ha permitido ser la persona que hoy les escribe, y la neta es que me gusta quién soy, no siempre fue así, mucho tiempo no me gustaba ni me caía bien.
Es como un “rito” simbólico de vaciar todo lo que ya no me sirve. En el retiro continué trabajando temas pendientes, así que para cerrar con broche de oro la depuración físico, mental y emocional de todo lo que traía cargando respecto a mi historia familiar (que no es trágica, pero han sido mis batallas) y mi historia personal concluye con esta “lavativa”. En lenguaje metafísico-mágico-musical, para poder integrar cosas nuevas en mi vida el espacio debe estar vacío y limpio para recibirlas en las mismas condiciones. Y en términos de física real, si quiero poner un litro de agua en un recipiente con capacidad para un litro de agua, éste debe estar vacío para que así suceda, ¿ya estoy forevereando mucho? El caso es que me vacío el cuerpo, el alma y la mente para seguir de brazos abiertos a la vida y recibir como se debe todas las cosas buenas que hay en el mundo para mí.
Bueno, pues así es la cosa. Imaginen que tan difícil ha sido el no quejarme que preferí hacer estos dos compromisos como preparación personal y emocional para poder pasar 21 días hablando sólo en positivo. Por lo pronto me voy a tomar mi tecito de toronsen para dormir tranquila mientras dejo que mi cuerpo trabaje para limpiarse, nite nite :).