Esta es una pregunta que a veces hago a las personas ¿Cuándo fue evidente para ti que estabas en
el mundo adulto?
¿Si tengo un trabajo estable y soy independiente
económicamente soy un adulto? ¿Si he dejado de salir todos los fines de semana por
las noches con mis amigos para pasar más tiempo con mi familia soy un adulto?
¿Si me he casado y tenido hijos soy un adulto? ¿Si tengo problemas económicos y
responsabilidad que en ocasiones me superan significa que soy un adulto?
Esta duda me volvió a “atacar” desde hace una semanas en
que me junté con mis amigas a cenar. Al terminar la cena repetí mi frase bienvenidas al mundo adulto. Fue una
cena ligera con 3 amigas de preparatoria, éramos 4 en total, se imaginaran las
cosas que hemos pasado juntas después de 21 años de amistad. Comenzamos
platicando de logros, la compra de un departamento, la estabilidad de la que
había estado buscando un trabajo que le gustará, la fiesta tan bonita que
decoró otra con su negocio de eventos, etc. Después de algunas copas de vino la
plática trató temas tan diversos como la decisión de tener hijos o no, problemas
económicos familiares, algunas dificultades laborales, la fobia a los aviones -de
reciente “adquisición”- que tenía angustiada a la que estaba próxima para
viajar a Nueva York, tener la inquietud de vivir en otro país, algunos problemas
de salud, así como la indecisión frente a posibles parejas que no parecían
“amarrar” del todo.
Al subirme al coche pensé fue Gracias que tengo tan buenas amigas, y que todas nos tenemos la
confianza para abrir los temas “difíciles” de la vida. Apartándome un poco
del tema de esta entrada, confirmé una más vez la importancia de las amigas
para cargar pilas cuando es necesario. Pero también me puse a darle vueltas a
todas las situaciones “inesperadas” de vida que se han presentado en mi grupo
de amigos: bodas, divorcios, crisis económicas, crisis maritales, crisis de vida,
crisis laborales, infidelidades, fallecimientos de padres, embarazos
frustrados, enfermedades….
Durante el camino a mi casa volví a preguntarme ¿En qué momento nuestra vida se volvió tan
adulta? Después de darle muchas vueltas, pienso que para mí la entrada al
mundo adulto fue cuándo me di cuenta de que no todo era posible, que la vida
ponía límites a mis sueños y deseos de hacer siempre lo que se me diera la gana
sin consecuencias adversas. Vaya… me di cuenta de que era una mujer adulta
cuando tuve que resolver el primer problema grave de mi vida, cuando me cayó de
lleno la responsabilidad de las decisiones tomadas con el impulso residual de
la omnipotencia adolescente; y debo confesar que ya estaba grandecita cuando me
asumí como adulta, tenía exactamente 29 años.
A esa edad pasaba yo por una depresión, incluso mi
terapeuta me había “sugerido” tomar antidepresivos, ahí fue cuando realmente me
asusté. En esa época daba terapias emocionales a niños, trabajaba en el
Psiquiátrico Infantil y era miss de kínder; dejé todas esas actividades, al
estar mal yo no podía ser ayuda para nadie. Estuve 6 meses sin chamba
reencontrándome y fue ahí donde me acuerdo que pensé este es el mundo adulto, me tengo que hacer cargo de mis decisiones y
resolver por mis propios medios esta situación. No era como cuando reprobaba
una materia y había un extraordinario que me salvará, o chocar mi coche y tener
la certeza de que mi papá lo resolvería, o como cuando me cambié a escondidas de
una universidad “buena” a una universidad “patito” con tal de estudiar lo que
yo quería y sabía que de una o de otra forma me iba a salir con la mía, o
incluso los 9 años que me tardé en terminar mi carrera y titularme… por más grave
que todo eso fuera había una solución o una justificación que no dependía de mi
por completo, siempre alguien me ayudaba o apoyaba, pero salir de una depresión
si era cosa seria. ¡ZAS! Me cayó la adultez en medio de una sensación de
desesperanza y profunda tristeza.
De ahí comencé a irme para arriba, comencé a resolver
tema por tema para despertarme un día y darme cuenta de que mi vida estaba en
orden, ¡POR FIN ESTABA EN ORDEN! Lo
había logrado con mi esfuerzo y con el apoyo de todo mi núcleo, pero el mayor
trabajo había sido mío, ahora era una adulta RES-PON-SA-BLE. Esta nueva etapa
de “adultez responsable” la alcancé a los 33 años. La coronación fue irme a
vivir sola, a los 30 años entré a trabajar en marketing y ahora tenía éxito
profesional. Era responsable emocional y económicamente, cualquier cosa que
pasará en mi vida sabía que podía resolverla y que estaba a cargo.
Ahora creo que he alcanzado otra etapa que hoy voy a
llamar “adultez en plenitud”. No es término mío ni nuevo, les digo que trabajo
en marketing y es la forma en la que el segmento de edad entre 35 y 45 años
describe su etapa de vida. Debo confesar cuando escuchaba esta descripción
pensaba qué exageración, ay sí, me siento
plen@, ¡qué mentira! Mientras no estuve ahí no lo comprendí, pero sí, hoy
me siento plena y los más chistoso es que esa plenitud viene acompañada por la
idea de que SI PUEDO LOGRAR TODOS MIS SUEÑOS, NO HAY NADA QUE ME DETENGA.
Parecería que regreso a la omnipotencia adolescente, pero
está sensación es diferente. Digamos que el tema adolescente es egoísta, descontrolado
y sin responsabilidad, por ejemplo: me
gasto la lana de la colegiatura ya veré qué invento para reponerla. No
estoy orgullosa, pero lo hice y estaba segura de que lo resolvería con mi inteligencia
y astucia, “si me las sabías de todas todas”, además ¡obviooooo mi papá no iba
a dejar que perdiera el semestre!
La sensación que tengo ahora tiende fundamentos
completamente diferentes, se basa en la
certeza de que si decido hacer algo con la convicción del corazón, dirigido a la
construcción de una vida armónica, y con un plan claro no hay nada que no pueda
lograr. ¿Ven la diferencia? Sigo siendo soñadora, sin embargo ahora asumo la
dirección que decido darle a mi vida, reflexiono sobre los pasos y estoy
dispuesta a esforzarme todo lo que sea necesario para lograr mis metas, el elemento
nuevo es asumir que las cosas dependen de lo que yo haga, no le delego a nadie
el esfuerzo que me toca realizar. También he integrado la capacidad de reconocer
cuando un rumbo no es adecuado para mí, saber doblar a tiempo en la esquina
correcta para redirigir el rumbo cuando un camino claramente no es para mí.
Ya sé que a veces sueno como “úuuuunete a los
optimiiiistas” pero es la realidad, me uní al pensamiento positivo y son las
cosas que les puedo compartir. Los que me conocen saben por las que he pasado,
los que no, déjenme decirles que soy un claro ejemplo de que cuando una persona
cambia su pensamiento cambia su vida y sus circunstancias, ahora con alegría
puedo decir que disfruto mi vida adulta aunque la entrada no haya sido una
fiesta. Y ustedes ¿cuándo se dieron cuenta de que eran adultos? ¿Cómo
describirían su transitar por la adultez? ¿Lo disfrutan?