martes, 5 de febrero de 2013

Soy Coach por egoísta


Este entradita la escribí hace 2 años. Mi amigo Ricardo me comentó que estaban haciendo una página sobre Coaching y yo presta me puse a escribir mi introducción al mismo. Se las comparto con mucho cariño y esperando que a alguien le sirva mi experiencia.

Egoísmo, esa sería la razón por la cual un decidí certificarme como Coach, estaba buscando una nueva forma para potencializar mi vida sin pensar en absolutamente nada más.

Existen dos formas de platicar mi camino hacia el Coaching, el simplista y el del corazón. El simplista  es básico; me enteré que existía una disciplina llamada Coaching, investigué un poco y reconocí el potencial de la herramienta para evolucionar en mi vida, tomé el diplomado y desarrollé las competencias.
En lo personal, prefiero compartir  el camino del corazón. Me permite explicar de mejor forma el impacto que ha tenido el Coaching en mi vida como herramienta para continuar creciendo.

La historia que me conté muchos años sobre mi misma comenzó desde antes de la primaria. Fui una niña con espíritu travieso, muy inquieta, siempre trepada en los árboles, arrastrándome por la pelota, rompiendo el vestido, dejando los zapatos como viejos desde la primera puesta, perdía o rompía mis juguetes, tuve múltiples accidente infantiles, me corté medio dedo de tajo, fractura de brazo, descalabrada en la ceja, piernas espinadas, raspadas o moradas siempre, tirando todos los días el agua en la mesa; todo esto seguido de la misma cantaleta de parte de los adultos, Es que no te importa nada, eres una descuidada, nunca pones atención.

La cosa no fue mejor al entrar a primaria, tareas incompletas, tareas no hechas, materias reprobadas, en 3er año me negaron la reinscripción, cuatro cambios de escuela, boletas siempre llenas de tinta roja –hasta un 0 me saqué-, castigos, regaños, miedo de dar las calificaciones, mentiras, adolescencia, rebeldía, repetir 2do de secundaria con 14 extraordinarios, al menos tres extraordinarios por año, salidas todos los fines de semana, alcohol, la universidad, cambio de carrera a una universidad “patito”, fiestas, robarme el dinero de la colegiatura, ocho años para terminar la licenciatura, diez años para tener mi título……, toda una historia de “valemadrísmo” puro.

Pueden suponer la imagen que tenía de mi misma, Nunca voy a poder hacer nada en la vida, soy una verdadera irresponsable, ¿cómo es posible…pero de veras…cómo es posible que TODO me valga tanto? Hice mías palabras y discursos que me describían como persona, y cumplí al pie de la letra con esas creencias. Claro, no sabía cómo hacer otra cosa.
El resultado fue una depresión moderada, que no sé bien cuando comenzó, pero que tuvo su fase más aguda a los 29 años, acompañada por un diagnóstico de TDA (Trastorno de Déficit de Atención).  Bendito diagnóstico, ahí  comenzó la carrera hacia arriba. Saber que la falta de control de impulso y  “distracción” frente a la vida no se debían a mi mala voluntad me liberó de golpe de muchas culpas. Claro que este hecho no fue, ni nunca ha sido, una justificación frente a mis actos. Cumplió como una explicación que me ponía frente a dos caminos: seguir como estaba, y justificarme siempre con la credencial del trastorno, o encontrar la forma de hacerme cargo y rearmar el rompecabezas en que se había convertido mi vida.

A partir de ese momento trabajé mucho conmigo para ajustar mi vida, y mi forma de estar en el mundo; ajustarme a la posibilidad de, en ocasiones, necesitar  un doble esfuerzo para no actuar de forma impulsiva y establecer estrategias para centrar mi atención. Requerí de un gran esfuerzo personal para re-andar el camino. Así que me encontré a los 30 años empezando mi vida como una verdadera mujer adulta. En adelante he estado en una búsqueda constante de herramientas para modificar lo que no ya no necesito en mi vida, herramientas que me ayuden a cumplir mis metas.

Hoy tengo 36 años, un desarrollo profesional exitoso en mercadotecnia, soy completamente independiente y autosuficiente, y tengo  una buena imagen de mi misma, confío plenamente en mi capacidad para triunfar en la vida. El TDA es más un tema que me da para contar anécdotas, pero ya no es una limitante para mi desarrollo personal o profesional. Es más tengo jefes que me han dicho que con mi desempeño, jamás imaginarían que tengo TDA, he logrado dominarlo.
El camino no me fue fácil, y lo sigo transitando todos los días con gran satisfacción. Justo el darme cuenta de yo podía cambiar por completo mi vida, me hizo pensar que cualquier persona puede hacerlo, sólo necesita motivación personal y conocer el camino adecuado para lograrlo, de acuerdo a sus necesidades.

¿Cuándo entró el Coaching a mi vida? Hace menos de un año. Y entró como se dan las mejores cosas en la vida, en el momento justo. Me encontraba saliendo de un doloroso final de pareja. Parecía que de golpe todos mis miedos, frustraciones y demás pensamientos negativos iban a caerme de nuevo en el corazón. Así que decidí tomar un Diplomado que me recomendó mi amigo Ricardo. Por esto digo que comencé mi formación como Coach basándome en el puro egoísmo, necesitaba con todas mis fuerzas sentirme bien y mantener el balance de mi vida.
Durante los años anteriores había trabajado mucho mi historia (que no es trágica, simplemente me fue muy difícil al ser la único que he vivido), había curado algunas heridas y obtenido beneficios tangibles. Pero al comenzar este nuevo proceso me di cuenta de que seguía teniendo cabos sueltos, que continuaba actuando con información aprendida que ya no me hacia bien y me llevaba a repetir patrones que no me permitían alcanzar algunas metas personales.
Al comenzar a trabajar en este Diplomado, encontré justo el orden que necesitaba para poder establecer metas. Comprendí que la vida está basada en conversaciones que tenemos con otros y con nosotros mismo, siendo estas conversaciones las que construyen nuestra imagen personal, la imagen de las situaciones, así como la de las personas con quienes nos relacionamos. Estas conversaciones forman creencias que regulan nuestras conductas.

A partir de lo anterior, el Coaching es, para mí, la posibilidad de establecer metas en mi vida y desarrollar la capacidad de vencer las barreras para alcanzarlas, las cuales generalmente tienen que ver con creencias sostenidas en miedos o interpretaciones distorsionadas de los sucesos. Es la herramienta que me permite, desde la persona que soy hoy, convertirme en la persona en la que quiero evolucionar.

En un sentido idealista, es mi deseo y mi meta poder ayudar a las personas que lo deseen a alcanzar la mejor versión posible de sí mismas, a salir de la inmovilidad, de la zona de confort, a vencer miedos y lograr una vida plena. Mi arma, las competencias que el Coaching me ha permitido reconocer y emplear en mi misma, soy un claro ejemplo de que siempre se puede cambiar.