sábado, 5 de marzo de 2011

Lo mejor de la vida es que uno elige cómo vivirla

Hace un año, como podrá notarse en mi primera entrada, estaba con el corazón destrozado y al rojo vivo. Llena de miedo por pensar en el camino al que la situación que atravesaba podía llevarme. Desde el primer momento en que mi corazón se partió, decidí que no, que no me iba a cargar la fregada, qué esta vez iba a hacer lo necesario  para levantarme, limpiarme las rodillas (como me recomendó mi amiga Helena) y seguir adelante. Para lograrlo, me cambié de casa (a un lugar hermoso y lleno de sol por todos lados), comencé a  hacer ejercicio (cosa que no hacía, pero que ahora me es indispensable en mi rutina semanal), continué con mi círculo de lectura de los lunes, comencé un diplomado de creación literaria, retomé la meditación, en fin, me llené de actividades que alimentaron mi alma. Todo funcionó en su momento, y la verdad, no me fue tan mal como podría uno imaginarse. Aunque no digo que todo fue chiflar y aplaudir de alegría, la sufrí, pero con la certeza de que sólo sería por un momento, y que la duración de ese momento dependía de mi fuerza.
Pero, sin duda alguna, lo que más me ayudó fue iniciar un Diplomado de Coaching. Me encontré con 4 mujeres, que en realidad son ángeles, 5 guerreros y un salón cargado de amor. Al comenzar se nos advirtió que no todos terminaban, la lucha por encontrar la verdad en uno mismo va debilitando la voluntad de algunos. Hoy con plena satisfacción y orgullo puedo decir que estoy terminando, que mi voluntad no se debilitó, se fortaleció y que de nuevo me encuentro de brazos abiertos a la vida.
Para llegar a esto tuve que hacer un viaje personal. Durante el trayecto me dediqué a lo que me tenía adolorida, siendo uno de mis logros más grandes, darle a las cosas el peso justo que tenían. Ubicar que la que yo había pensado sería la mejor historia de mi vida, únicamente había sido un breve episodio, una relación basada en aspectos muy débiles y,  que bien mirada, era obvio que no hubiera podido dar más de lo que dio. La razón, los involucrados no le entramos en las mismas circunstancias personales, tampoco tuvimos el mismo nivel de honestidad, interés, compromiso o respeto, por uno mismo ni por el otro. También tuve que entender que quien me había lastimado y, por otro lado, quién me culpaba frente a otras personas por sus circunstancias, e incluso puso en entredicho mi reputación con un determinado grupo de personas a quienes tenemos en común, no lo había hecho por mí, sino por las propias historias que traen cargando, las cuales no se relacionan en absoluto conmigo. Esto me ha ayudado a perdonarme y  perdonar.
Una vez con mayor claridad sobre el asunto, tuve que dejar de reflexionar y acomodar pensamientos con emociones para comenzar a actuar. Me costó trabajo y resistencia frente a la sugerencia de mi coach y mis compañeros, pero por fin un día mi corazón estuvo fuerte para confrontar. Debo decir que esto me cuesta trabajo, y es más por soberbia que por otra cosa, pero justo esta soberbia esconde miedo, así que al hacerlo me sentí muy bien por haber dado un paso para alejarme del miedo. Lo simpático es que, durante esa confrontación, nunca se contestó mi única pregunta, yo sólo quería saber el porqué de la forma, no el porqué de la decisión. Y casi es de risa pensar que a estas alturas de la vida alguien te diga “no tuvo que ver contigo”. ¡Claro que no, eso ya lo sabía!, hasta Derbez tiene una película sobre el tema. Pero bueno, no repliqué porqué había decidió sólo escuchar y tenía que cumplirlo. Aunque la respuesta que recibí fue inútil para mi proceso, lo importante era atreverme, lo hice por mí y fue sumamente liberador, algo así como el último jalón cuando te quitas la curita que permitió cerrar la cortada, arde pero ya el proceso está.
Después vino lo mejor, y todavía no acaba.  Lo más importante ha sido reconocer que el dolor no sólo era por la situación, sino por toda una historia de vida que venía cargando, con creencias de mi misma que me llevaron a aceptar una historia en la que tuve que enfrentar a mis dragones más feroces. Fue como si la vida me hubiera agarrado a cachetadas para decirme “reina, o los vences o los padeces, con esta y muchas historias más”. Mi respuesta es obvia “¡Los quiero vencer!, qué sepan que en mi vida no acepto el reinado del miedo”. No  ha sido fácil; me dolió, me duele y, supongo, seguirá doliendo un rato pelear con ellos. Está cabrón meterte en los rincones más recónditos del corazón, esos en lo que todos guardamos las cosas que no queremos revivir, las que simplemente queremos olvidar o negar, pensando que ahí no molestarán.  Pero es justo eso lo que este diplomado me ha confirmado, la vida no siempre es fácil, el dolor es parte del viaje, pero elegir si nos quedamos en él o lo curamos es decisión personal. No hay que temerle, hay que saber resolverlo, a lo que sí hay que temerle es a la necesidad de sufrimiento que a veces, sin darnos cuenta, asumimos como nuestro destino. Amo cuando Angela, mi coach, dice “en la vida no hay víctimas, hay voluntarios”. Yo decido no ser más una víctima, ni ponerme de voluntaria, asumo mis responsabilidades, las consecuencias de mis actos y mis decisiones, algunas serán buenas, otras no, pero decido no sufrirlas sino vivirlas de forma tal que pueda seguir creciendo en la vida.
Modestia aparte :), hace un año era una excelente mujer, pero hoy soy todavía mejor, más fuerte, más consciente, más valiente y segura de mi misma, más alegre, si eso se puede. No siento que todo está hecho ni que ya la armé, ¡claro que no!, pero vaya que ahora miro atrás y agradezco porque tuve el valor de decidir vivir en armonía conmigo, decidí curar mi corazón, no sólo del desamor, sino de muchas otras creencias que ahora ya no sirven. El camino apenas ha empezado, el trayecto se ve largo como pasillo de la película el Resplandor (con gemelas, fantasmas y toda la cosa) pero aquí estoy con toda mi fuerza para recorrerlo, la recompensa es una vida plena.
Gracias, mil veces gracias a estos cuatro ángeles, mis cuatro coaches: Angela, Elizabeth, Nancy y Simone por dar amor, consuelo, conocimiento y guía a manos llenas. Gracias a mi Comunidad Púrpura: Luz, Male, Alex, Lupita y Liliana por ser compañeros, por su valor para enfrentar, que ha sido ejemplo para mi, por su cariño, su contención y entusiasmo.
La vida es tan bella o terrible como queramos, las circunstancias pasan, no todas las escogemos ni decidimos que sucedan, pero vivir es absolutamente increíble (y no es comercial de GNP). Ser feliz no es algo que ocurre, es algo que se decide y se gana. Deseo con todo mi corazón que todos los que me leen realmente sepan que es una elección personal y decidan todos los días ser felices. ¡¡¡¡A ViVIIIIIIIIIIIIRRRR!!!!

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