Día: alguno de estos sábados. Hora: alrededor de las 12:00pm. Locación: Nutrisa Perisur.
Desde hace algunos meses tengo el buen hábito de levantarme el sábado para llegar a la clase de Pilates. Para mí es todo un logro estar haciendo ejercicio, en fin de semana, a las diez de la mañana. Justo por ese esfuerzo trato de tomar o comer, las siguientes horas, cosas naturales o nutritivas, lo que sea que esto signifique para mí.
Ese día, después del gimnasio, me fui directito a Perisur. Necesitaba hacer unas compras “UR-GEN-TES” (soy mujer, no tengo nada que decir en mi defensa). Además del esfuerzo físico (también había hecho elíptica), hacía mucho calor, me moría de sed. Lo único que se me antojaba era un buen trago de deliciosa agua na-tu-ral. Para mí, lo más lógico fue pasar a Nutrisa. Díganme loca, pero yo pensaba que vendían cosas naturales.
Al entrar vi que había unas 4 personas en la cola y, para saber si me formaba o no, mejor le pregunté a la señorita que cobraba si vendían aguas de sabor natural. La respuesta fue una cara que decía obvio y un sí, si tenemos agua natural. Al formarme me encontré a mi cuñada Debbie, futura esposa de mi hermano (no se queden con la duda, se casan en Julio). Ahí estábamos en la fila, comentando el punto de la comprita y el tratamiento que iba hacerse para el pelo cuando llegó mi turno.
Le pregunté a la señorita que “despachaba” ¿de qué sabor tiene el agua natural?, ella muy segura me dice hay de jamaica, mientras saca una botella de agua sabor jamaica sin color, completamente transparente. Yo sentí como que estaba perdida en las palabras, me parecía absurdo que la señorita de Nutrisa considerará un líquido de sabor, SIN COLOR y embotellado como agua natural. Por otra parte, sentía la presión de la cola detrás de mí y sobre todo la presión de no hacer un numerito frente a mi cuñada. Así que le dije pero agua natural-natural ¿no tiene? Me respondió si, ya con cara de “vieja pesada, que aquí está el agua natural” tenemos también de ésta y saca otra botella de agua sabor jamaica, por lo menos ya con color rojito.
De pura buena suerte para las señoritas y las personas en la cola, la necesidad de controlar mi instinto frente a mi cuñada me limitó a no cuestionarlas hasta comprender qué cosa natural veían ellas en las aguas que me ofrecieron. Mejor tomé la botella y las dejé felices con su idea de naturalidad, junto con la certeza de que yo era una de esas clientas pesadas.
Obvio me tomé completita la botella de agua, pero mientras caminaba, y sentía la “melcocha” bajando por mi garganta, pensaba en lo sencillo que ha sido acostumbrarnos a lo artificial como forma de vida. Ya ni siquiera reflexionamos sobre las características de las cosas, asumimos sin más que la información que nos dan las marcas es la verdad más absoluta del planeta. Y pienso muchas cosas al respecto, no todo es malo claro, pero si hay mucho que debemos cuestionar. Esto lo digo desde las entrañas de la mercadotecnia, ya que mi actual desempeño laboral se basa en investigar las necesidades de las personas, como tú y como yo, para poder diseñar estrategias exitosas basadas en nuestras necesidades “insatisfechas”. Por eso, también me pregunto ¿mi doble moral será natural o artificial?
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